Paola, Bogotá

La verdad no conocía la vida antes de llegar a Albalá, bueno, o más bien lo que yo pensaba que era la vida resultó siendo la muerte después de llegar acá. Digamos que pasé por demasiados estados que para mi eran normales, sufrí hasta más no poder, anhelé la muerte varias veces y estaba claro que también la estaba buscando. Mi problema no eran las autoagresiones, los trastornos alimenticios, la drogas y el trago solamente: era mi vida, era todo, mis relaciones, mis palabras, mis pensamientos, mis actos, la comida, mis pasos, mi mente (el basurero más basurero de todos y la mentira más grande de todas). Suena dramático pero eso era lo que era yo antes: mi vida hoy no tiene punto de comparación.

Después de mi experiencia en Albalá volví finalmente a sentir vida, la vida que había apagado durante 8 años. A veces no entiendo qué pasó en Albalá pues llegué pensando que yo no tenía arreglo y que mi único camino era la desgracia y el sufrimiento pero acá todo se dio como por arte de magia; no podría usar otra palabra pues es realmente magia lo que ocurre en Albalá, es como si Dios hiciera todo sin uno hacer nada: ¡así de raro es!

No sé cómo agradecerle a la vida el haberme traído hasta la mejor “Escuela de Vida” y de ponerme en las manos de gente tan grande y tan especial como las de Albalá, hablo de gente pero realmente son mi familia y más que eso pues son parte de mí y siempre lo serán.

El regalo más grande que me ha dado la vida ha sido conocer este paraíso que “irónicamente” está en Cali (ja,ja) pero que ahora también está en mí. Paola, Bogotá.

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