Es difícil escribir un testimonio y hablar de una persona de la que poco me acuerdo, pues parece haber sido otra que no soy en este momento.
Cuando me pongo a mirar atrás y veo el recorrido a veces no entiendo cómo pasó todo y cómo puedo en este momento ser lo que soy. Cuando me interné, pensé que mi caso jamás iba a tener cura y además de no tener cura pensé que iba a tener que aguantarme durante toda mi vida vivir en el estado de locura más insoportable que alguien podría imaginarse. Por más catastrófico que suene, durante esa etapa de mi vida yo solo veía dos posibilidades, la muerte o un milagro, aunque poco creía en ellos. Veía los milagros como un símbolo de fé que al final iba a fracasar como muchas otras cosas lo habían hecho en mi vida. Y por primera vez en mi vida ocurrió un milagro!! Fue el darme cuenta en mi camino que yo era un milagro de la vida. Esto se lo debo a Albalá, que para mí no es un centro de rehabilitación común y corriente, es una escuela de la vida que me abrió la posibilidad de transformación para construir un camino con sentido, un camino que no tiene pierde y que va más allá de cualquier adicción. Me devolvieron la vida y el alma. Solo existen palabras de gratitud hacia ellos y hacia la vida de ponerme en tan buenas manos.